FUTBOLITICA
"El fútbol es un juego que enfrenta a once contra once y en el que siempre gana Alemania” (Gary Lineker)
"El fútbol es un juego que enfrenta a once contra once y en el que siempre gana Alemania” (Gary Lineker)
Es complicado entender la sociología de nuestro País. En España abunda una extendida
tendencia a la superficialidad, a la falta de reflexión, y lo que es peor, a
una congénita falta de planificación que se traduce en imprevisión continua.
Quizá las entrañas de nuestro carácter se escondan entre las
meditaciones de Toynbee, y sin duda en nuestra conformación e intensa Historia. El análisis interno es complejo, y el
externo se puede resumir en la aterradora sentencia de Bismark: “España es el único
país que conozco que lleva años intentando autodestruirse”.
Nuestro imberbe régimen democrático, como no podría ser de
otra forma, entró con la misma levedad que un jugador de fútbol es sustituido
en pleno encuentro. Casi de la
noche a la mañana, pasamos formar parte de esa liga mundial de países que rigen
sus destinos por sistemas democráticos. Prácticamente sin ninguna cultura, conocimiento ni
experiencia anterior al respecto, consecuente a nuestra secular historia
política sometida siempre a designios muy alejados de los de la voluntad
popular. Sin
sudar la camiseta, y muy contentos con nuestra nueva condición.
Hoy, casi cuarenta años después de aquel magno
acontecimiento, un análisis de nuestro panorama político desvela la realidad de
nuestra vacua consideración y manejo, del precioso y difícil derecho de los
ciudadanos a regir su propio destino.
Surgen movimientos cuasi revolucionarios, de difícil explicación en
regimenes plenamente democráticos.
El descontento se ha generalizado, fruto de un cúmulo de causas, para mi
siempre relacionadas con nuestra inexperiencia democrática, que han derivado en
un desapego de los ciudadanos por un sistema, que por valioso y complejo de
obtener, debería ser sometido a otro tratamiento por los próceres que juegan el
partido de nuestro futuro. Lo que
no cuesta no se aprecia, y en nuestro caso, parece que la democracia ha
necesitado tan poco esfuerzo, como para acabar siendo impostada, y detentada por
unas agrupaciones políticas convertidas en forma y fondo en sociedad anónima con
ánimo de lucro, que han terminado por conseguir lo imposible: anhelar
sistemas de dudosa compatibilidad democrática, que generalmente llegan a tener
éxito únicamente en situaciones pre-democráticas.
Este partido, lo han jugado fundamentalmente dos equipos,
que poco a poco, y confiados en un público reducido voluntariamente al papel de
meros espectadores, han ido modificando las reglas del juego hasta adaptarlo
completamente a sus intereses. Nombran a los árbitros, jueces de línea, y deciden
cuando y cómo se sanciona una falta.
Jueces y parte, en único núcleo que alimenta el espectáculo, amañado por
los supuestos contrincantes. Nadie
se ha detenido ha enseñar a los espectadores la ortodoxia del juego, imposible
en un marco en el que las reglas se cambian periódicamente bajo consenso de los
falsos oponentes. El público, mas
interesado en pasar un buen rato evadiéndose de sus miserias cotidianas, se ha
mantenido hipnotizado por las fuentes de entremeses que han circulado por la
grada, sin prestar demasiado atención a primas o fichajes.
Ahora, los bocadillos han desaparecido de las tribunas, y el
público comienza a preguntarse, cómo es posible que por el césped correteen
millones en forma de extraños fichajes, se realicen regateos a la justicia, o
se primen árbitros con suculentos maletines.
Nos han intentado convencer, con nuestra complacencia, que
la democracia es como el fútbol; consiste en no ser consultado, en limitarse a
mirar el juego, y en exaltarse ante una severa patada para poder desahogarnos. Tiene la misma repercusión malgastar en
un inútil aeropuerto, que escupir a un rival. Una amonestación, y hasta el próximo encuentro. La responsabilidad se limita a los 90
minutos de partido.
La prórroga va llegando a su fin. Extender la tanda de penaltis es poco menos que imposible, y
los espectadores, pronto volverán a sus hogares, en calles sin alumbrado, y en
frío paseo nocturno como en los viejos tiempos. La diferencia, es que ahora no comentarán la jugada, sino la
oscuridad glaciar que les rodea.
No hay dinero; el que quedaba se ha empleado en fichar a un nuevo crack…
ALAZOR
23-1-2015