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viernes, 23 de enero de 2015

FUTBOLITICA




FUTBOLITICA

 "El fútbol es un juego que enfrenta a once contra once y en el que siempre gana Alemania” (Gary Lineker)

Es complicado entender la sociología de nuestro País.   En España abunda una extendida tendencia a la superficialidad, a la falta de reflexión, y lo que es peor, a una congénita falta de planificación que se traduce en imprevisión continua.
Quizá las entrañas de nuestro carácter se escondan entre las meditaciones de Toynbee, y sin duda en nuestra conformación e intensa Historia.  El análisis interno es complejo, y el externo se puede resumir en la aterradora sentencia de Bismark: “España es el único país que conozco que lleva años intentando autodestruirse”.
Nuestro imberbe régimen democrático, como no podría ser de otra forma, entró con la misma levedad que un jugador de fútbol es sustituido en pleno encuentro.  Casi de la noche a la mañana, pasamos formar parte de esa liga mundial de países que rigen sus destinos por sistemas democráticos.   Prácticamente sin ninguna cultura, conocimiento ni experiencia anterior al respecto, consecuente a nuestra secular historia política sometida siempre a designios muy alejados de los de la voluntad popular.     Sin sudar la camiseta, y muy contentos con nuestra nueva condición. 

Hoy, casi cuarenta años después de aquel magno acontecimiento, un análisis de nuestro panorama político desvela la realidad de nuestra vacua consideración y manejo, del precioso y difícil derecho de los ciudadanos a regir su propio destino.  Surgen movimientos cuasi revolucionarios, de difícil explicación en regimenes plenamente democráticos.  El descontento se ha generalizado, fruto de un cúmulo de causas, para mi siempre relacionadas con nuestra inexperiencia democrática, que han derivado en un desapego de los ciudadanos por un sistema, que por valioso y complejo de obtener, debería ser sometido a otro tratamiento por los próceres que juegan el partido de nuestro futuro.  Lo que no cuesta no se aprecia, y en nuestro caso, parece que la democracia ha necesitado tan poco esfuerzo, como para acabar siendo impostada, y detentada por unas agrupaciones políticas convertidas en forma y fondo en sociedad anónima con ánimo de lucro, que han terminado por conseguir lo imposible: anhelar sistemas de dudosa compatibilidad democrática, que generalmente llegan a tener éxito únicamente en situaciones pre-democráticas.   

Este partido, lo han jugado fundamentalmente dos equipos, que poco a poco, y confiados en un público reducido voluntariamente al papel de meros espectadores, han ido modificando las reglas del juego hasta adaptarlo completamente a sus intereses.   Nombran a los árbitros, jueces de línea, y deciden cuando y cómo se sanciona una falta.  Jueces y parte, en único núcleo que alimenta el espectáculo, amañado por los supuestos contrincantes.  Nadie se ha detenido ha enseñar a los espectadores la ortodoxia del juego, imposible en un marco en el que las reglas se cambian periódicamente bajo consenso de los falsos oponentes.  El público, mas interesado en pasar un buen rato evadiéndose de sus miserias cotidianas, se ha mantenido hipnotizado por las fuentes de entremeses que han circulado por la grada, sin prestar demasiado atención a primas o fichajes. 

Ahora, los bocadillos han desaparecido de las tribunas, y el público comienza a preguntarse, cómo es posible que por el césped correteen millones en forma de extraños fichajes, se realicen regateos a la justicia, o se primen árbitros con suculentos maletines.   
Nos han intentado convencer, con nuestra complacencia, que la democracia es como el fútbol; consiste en no ser consultado, en limitarse a mirar el juego, y en exaltarse ante una severa patada para poder desahogarnos.  Tiene la misma repercusión malgastar en un inútil aeropuerto, que escupir a un rival.  Una amonestación, y hasta el próximo encuentro.  La responsabilidad se limita a los 90 minutos de partido.

La prórroga va llegando a su fin.  Extender la tanda de penaltis es poco menos que imposible, y los espectadores, pronto volverán a sus hogares, en calles sin alumbrado, y en frío paseo nocturno como en los viejos tiempos.  La diferencia, es que ahora no comentarán la jugada, sino la oscuridad glaciar que les rodea.  
No hay dinero; el que quedaba se ha empleado en fichar a un nuevo crack…

ALAZOR
23-1-2015