ALZHEIMER DEMOCRATICO
“Cada uno tiene el máximo de memoria para lo
que le interesa y el mínimo para lo que no le interesa” - Arthur Schopenhauer
Sí la memoria no me falla, corría el verano de 1980, y aún
recuerdo como sí fuese hoy, el enérgico apretón de mano de aquel personaje con
aspecto tenso, que no cesaba de desprender humo de tabaco negro por la comisura
de sus labios. Recuerdo
también su franca sonrisa, evaporada hoy como su memoria, entre la calima
matinal del estío gallego.
Sin duda, y como pudimos comprobar más tarde todos los ciudadanos de
este País, estaba ante un político excepcional, que unía un carisma rebosante
de empatía, con la dureza de algún castizo galán del cine en blanco y negro. Tras
la comida que nos sirvieron en “La Atlantida”, recuerdo sus risas de sobremesa,
emboscado en el mus de un café largo. Mi trato con él se redujo prácticamente a eso, ya que por mi
edad, mi posición durante aquellos días de adolescencia, se centró en hacer de
cicerone, junto con otro grupo de chicos, a su hijo Adolfo.
Ayer falleció el Presidente Suárez, y con él se extinguió la
memoria de la Democracia. Hoy se
suceden los homenajes del “stablishment”, que con rostro compungido, contiene y
disimula la alegría que le produce la muerte, del último tecnócrata honesto de
nuestro panorama político.
Los mismos que hoy lloran su muerte física, celebraron su fusilamiento
político en 1981, y también su muerte neuronal hace unos pocos años. Los mismos que le
echaron en cara su ascendencia política, los mismos que le tacharon de traidor
a esa ascendencia, los mismos que le acusaron de laxo, y los mismos que le imputaron
severidad excesiva. Siempre los
mismos, que desde el desconocimiento y desde el desprecio al sentido y
significado de la Democracia, han controlado siempre el destino de nuestro
País, independientemente de la impostura ideológica de turno.
Podrán discutirse muchas de sus actuaciones, pero sin duda,
su máxima aportación al compendio de héroes solitarios de nuestra Historia
inmemorial, se plasmó aquel día 23 de Febrero en la Carrera de San Jerónimo
cuando, con su actitud heroica, se mantuvo impávido frente al rugido de las
pistolas, haciéndonos de paso otro inmenso favor, que nunca ha interesado
propagar: enseñarnos a todos, la
pasta con la que están hechos nuestros representantes políticos. Salvo él, su fiel Teniente
General, y el líder del recién legalizado Partido Comunista, todos los demás,
independientemente de su color político, se lanzaron al suelo del hemiciclo
como vulgares sabandijas. No
cabe duda, que un tipo así, capaz de arriesgar su propia integridad física en
defensa de sus ideales, era demasiado peligroso para el régimen que vivimos, y
para sus siniestros planes.
Hoy, nuestro “stablishment” está de suerte. Nunca se sabrá de boca de los
protagonistas lo sucedido en aquellos atribulados días, y por tanto, hasta
dentro de muchos años la opinión pública, continuará ajena a la cruda realidad:
Los golpistas ganaron, pero ni
iban vestidos de verde, ni perpetraron su asonada el día 23.
El auténtico mazazo a nuestro incipiente proyecto democrático,
se había perpetrado unas semanas antes, escenificado en el forzado acto de
dimisión de nuestro Presidente. A
partir de aquel día, la Corruptocracia sentó las bases definitivas para su
desarrollo futuro. Los
antidemócratas que hoy pueblan el Congreso, acólitos y herederos de aquellos
otros especímenes que aceptaron la versión oficial de buena gana, vendieron sus
principios ideológicos al sistema hasta el día de hoy, a cambio de manga ancha
en la administración del dinero público, y al control prevaricador de la Justicia. Partidos y agrupaciones sindicales reconvertidos en sociedades anónimas con ánimo de lucro. Un gran pacto de Estado, al que se rindieron todos los que aquel día se tiraron cuerpo a tierra. El "stablishment" ganó, y quedó como principal beneficiario de los negocios del Estado, convirtiendo nuestro proyecto democrático en un amago de democracia orgánica, que todavía padecemos. Y de aquellos polvos estos lodos...
Mi querido Presidente, sólo hay una cosa mejor que poseer
una excelente memoria, y es perderla del todo, especialmente cuando esta nos obliga a tener que acordarnos de nuestro infame “stablishment”...
Bendito Alzheimer.
ALAZOR
24-3-2014
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