JUSTICIA SIN-VERGÜENZA
Hace tan sólo unos días nos enterábamos que la Unión Europea
ha amonestado a nuestro país por las manifiestas injerencias del poder político
en nuestro sistema judicial. El
asunto, por reiterativo que sea no deja de representar una enorme gravedad para
la supervivencia de nuestra ya malherida democracia. Fue el ínclito Alfonso Guerra, el que celebró con la frase
“Montesquieu ha muerto” la destrucción definitiva de la independencia del poder
judicial, y sucesivamente, todos los gobiernos posteriores han acabado por
asumir y aplicar en su favor, el marco que les permite dar cobertura a
cualquiera de sus decisiones y actos con total impunidad. El mantenimiento de los aforamientos, la
sospechosamente tendenciosa actuación de la Fiscalía, o el bochornoso tratamiento
de los indultos gubernamentales, siempre opacos y casualmente resueltos a favor
de delincuentes de cuello blanco relacionados con el poder, demuestran
claramente la desfachatez con la que se ha llegado a actuar. El fiel de la balanza de la justicia
siempre se mantiene vertical, puesto que en ambas bandejas, es el poder el que
sostiene el equilibrio, cuando en cualquier sistema realmente democrático, una
de las bandejas debería estar ocupada por la voluntad popular. Los ciudadanos van poco a poco
descubriendo que en realidad, no vivimos en auténtica democracia; una suerte de “matrix” nacional, en el
que nada es lo que parece. Los
políticos han creado una red de corrupción, clientelismo, arbitrariedad, y
desprecio a la voluntad popular, envueltos en sus respectivos disfraces ideológicos
que no tienen otro fin, más que el de mantener al pueblo ocupado e
imposibilitar una fuerza única que pueda hacerles frente.
Ayer nos enteramos del encausamiento de un Juez, Elpidio
Silva, que ha cometido la osadía de dictar prisión preventiva para uno de estos
infames personajes, asociado al poder que, cuando menos, ha presentado una
conducta tan alejada de la ética y la moral, que habría hecho incompatible su
presencia a menos de mil kilómetros de cualquier depósito de dinero
público. Estos personajes, que
además se rasgan las vestiduras como patriotas, son en realidad una escoria despreciable,
que en el fondo, y con su comportamiento siempre relacionado con apropiaciones
indebidas, estafas, y evasión de capitales, evidencian un profundo desprecio
por su País.
El mismo desprecio que toda la casta política ha demostrado
con sus propios actos por nuestro País, por la democracia, y por los
ciudadanos, consolidando una democracia orgánica, que ha realizado menos plebiscitos
y menos consultas populares que el propio régimen franquista, en prácticamente
el mismo periodo de tiempo.
La diatriba que se presenta para abordar y dar solución al
problema es francamente dura. Si el
gobierno no soluciona la situación por incapacidad, no debería mantener su
responsabilidad de gobierno, si no la resuelvo por voluntad, significaría que
es coparticipe y cómplice de la situación.
A la vista de los hechos, no pecaré de ingenuo, y descartaré
la primera opción, aún sin ocultar que la decisión me produce "cierta" vergüenza, en medida inversamente proporcional a la magnitud de la que nuestra casta política adolece...
ALAZOR
24-1-2014
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