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domingo, 26 de enero de 2014

CELTICIA, EL GRAN CAPITAN Y CARANDELL


CELTICIA, EL GRAN CAPITAN Y CARANDELL

La virtualidad siempre ha sido un componente indispensable de la magia y la superstición.  En los tiempos presentes la tecnología, esa gran aliada de la virtualidad, ha conseguido perpetuar esta condición intrínseca a la mente humana.  Nuestra Constitución es un gran ejemplo de ello.  Nuestra democracia aún desconoce su verdadera utilidad, y por ello, hasta el momento nos sirve como vago y virtual referente legislativo, sin explotar su verdadero valor pedagógico y formativo, para constituir una normas de convivencia justas y confortables para sus beneficiarios.  Todos los Estados, por mal que le pese a algunas mentes virtuales contemporáneas, se han constituido a través de la fuerza.  La fuerza de la voluntad, del interés, de la sinergia, o de las armas.  Toynbee expuso magistralmente este mecanismo, tan desconocido en nuestro país, y tan útil y necesario para construir un futuro mejor.  Nuestro país fue poblado siempre por la fuerza desde sus inicios.  La usurpación ha sido una constante, nunca reconocida, y es que en esencia, la apropiación de cualquier espacio de la tierra, coronada con un trapo de color, no deja más que ser eso, una simple usurpación virtual.  En nuestro territorio predominó una tribu, la Celta, que hasta tiempos modernos consiguió perpetuar su dominio, representada por la Casa de los Trastámara, manteniendo muchas de sus ancestrales peculiaridades, a pesar del baño romanizador que sentó las bases jurisdiccionales que ordenaron en cierta medida nuestro mágico mundo, herencia de la tierra de las brumas.  Nuestra tribu Celta adoptó además de inmediato, salvo por débiles titubeos arrianistas, la bandera del Cristianismo, último legado de los estertores del Imperio Romano, como elemento aglutinador y mecanismo útil para perpetuar un carácter afecto a la superstición. La presencia de otro grupo de población, la fenicia, heredera del pensamiento Oriental, más cercana al pragmatismo capitalista, provocó una influencia que también perdura hasta nuestros días en nuestro singular acerbo.  La confrontación y convivencia simultánea entre ambas actitudes vitales, sumadas al barniz de la influencia musulmana, han conseguido determinar nuestra esencia Celticia.
Es difícil precisar si la lucha por el territorio determinó el carácter guerrero de nuestros primeros pobladores, o sí precisamente por ese carácter se iniciaron las contiendas, pero el desarrollo de nuestra Historia se ha visto marcado por esa condición.  En estas circunstancias, la naturaleza soldadesca se superpuso a otras en la actividad cotidiana.  El peso de esta característica, una población formada por soldados de frontera, ha marcado nuestro desarrollo hasta el presente.  En un determinado momento, prácticamente coincidente con el fin de las hostilidades provocadas por la Reconquista, el destino quiere que nos toque la lotería de las civilizaciones, en forma de descubrimiento de nuevos territorios.  Sin duda este hecho sirvió para continuar desarrollando nuestro instinto de soldados de frontera, hasta convertirnos, casi por casualidad en Imperio.  Es curioso observar que como buenos soldados, siempre nos ha preocupado mucho más conquistar que conservar.  Nuestra preparación como tribu programada para el ataque es a veces contraria a los principios básicos de la inteligencia práctica.  Basta mencionar uno de nuestros refranes populares “La mejor defensa es un buen ataque” para entender nuestra idiosincrasia.  Nada mejor que un grupo de valientes dispuestos a todo.  Curiosamente, y se produce en todas las instituciones humanas, la inteligencia se suele resguardar en la retaguardia, y los individuos más fieros y menos dotados intelectualmente, son enviados a fajarse en primera línea de fuego.  En nuestra historia tenemos grandes ejemplos y grandes excepciones, como la de "El Gran Capitán", que confirman que con una buena dirección estratégica, un grupo de Celticios es capaz de cualquier cosa.  Y curiosamente, a pesar de sus denuedos. comunes a una valerosa minoría de compatriotas excepcionales, la historia de Celticia como a tantos otros, le ha pagado con el legado del escándalo financiero de la administración de sus huestes (ya en esa época se cocían habas…).
Nuestra situación presente viene precisamente determinada por esa circunstancia:  La inexistencia de una mente privilegiada por la inteligencia, que sea capaz de encauzar el valor de una tribu para que prospere el bien común, aparejada al cese de hostilidades con nuestro entorno.  Y es que no hay nada más peligroso que un soldado ocioso.
Alerta ciudadanos del mundo, a día de hoy estamos inactivos, sin dirección, y preparados para todo;  para lo mejor, y para lo peor.  Y es que nuestro sino es, al parecer, no parar de conquistar, hasta que nos conquistemos a nosotros mismos.

ALAZOR
26-1-2014

NOTA DEL AUTOR: Disculpe el lector estas breves y humildes transgresiones mentales, fruto inevitable de una saturación informativa de nuestra actualidad territorial, y de una divertida re-lectura del incunable “Celtiberia Show” de D. Luis Carandell.
Una terapia más sana que darse a la bebida, en los tiempos que corren, y que siempre han corrido…  

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