CELTICIA, EL GRAN CAPITAN Y CARANDELL
La virtualidad siempre ha sido un
componente indispensable de la magia y la superstición. En los tiempos presentes la tecnología,
esa gran aliada de la virtualidad, ha conseguido perpetuar esta condición
intrínseca a la mente humana.
Nuestra Constitución es un gran ejemplo de ello. Nuestra democracia aún desconoce su
verdadera utilidad, y por ello, hasta el momento nos sirve como vago y virtual
referente legislativo, sin explotar su verdadero valor pedagógico y formativo,
para constituir una normas de convivencia justas y confortables para sus
beneficiarios. Todos los Estados,
por mal que le pese a algunas mentes virtuales contemporáneas, se han
constituido a través de la fuerza.
La fuerza de la voluntad, del interés, de la sinergia, o de las
armas. Toynbee expuso
magistralmente este mecanismo, tan desconocido en nuestro país, y tan útil y
necesario para construir un futuro mejor.
Nuestro país fue poblado siempre por la fuerza desde sus inicios. La usurpación ha sido una constante,
nunca reconocida, y es que en esencia, la apropiación de cualquier espacio de
la tierra, coronada con un trapo de color, no deja más que ser eso, una simple
usurpación virtual. En nuestro territorio
predominó una tribu, la Celta, que hasta tiempos modernos consiguió perpetuar
su dominio, representada por la Casa de los Trastámara, manteniendo muchas de
sus ancestrales peculiaridades, a pesar del baño romanizador que sentó las
bases jurisdiccionales que ordenaron en cierta medida nuestro mágico mundo, herencia
de la tierra de las brumas.
Nuestra tribu Celta adoptó además de inmediato, salvo por débiles
titubeos arrianistas, la bandera del Cristianismo, último legado de los
estertores del Imperio Romano, como elemento aglutinador y mecanismo útil para
perpetuar un carácter afecto a la superstición. La presencia de otro grupo de
población, la fenicia, heredera del pensamiento Oriental, más cercana al
pragmatismo capitalista, provocó una influencia que también perdura hasta
nuestros días en nuestro singular acerbo.
La confrontación y convivencia simultánea entre ambas actitudes vitales, sumadas al barniz de la influencia musulmana, han conseguido determinar nuestra esencia Celticia.
Es difícil precisar si la lucha
por el territorio determinó el carácter guerrero de nuestros primeros
pobladores, o sí precisamente por ese carácter se iniciaron las contiendas,
pero el desarrollo de nuestra Historia se ha visto marcado por esa
condición. En estas
circunstancias, la naturaleza soldadesca se superpuso a otras en la actividad
cotidiana. El peso de esta característica,
una población formada por soldados de frontera, ha marcado nuestro desarrollo
hasta el presente. En un
determinado momento, prácticamente coincidente con el fin de las hostilidades
provocadas por la Reconquista, el destino quiere que nos toque la lotería de
las civilizaciones, en forma de descubrimiento de nuevos territorios. Sin duda este hecho sirvió para
continuar desarrollando nuestro instinto de soldados de frontera, hasta
convertirnos, casi por casualidad en Imperio. Es curioso observar que como buenos soldados, siempre nos ha
preocupado mucho más conquistar que conservar. Nuestra preparación como tribu programada para el ataque es
a veces contraria a los principios básicos de la inteligencia práctica. Basta mencionar uno de nuestros
refranes populares “La mejor defensa es un buen ataque” para entender nuestra
idiosincrasia. Nada mejor que un
grupo de valientes dispuestos a todo.
Curiosamente, y se produce en todas las instituciones humanas, la
inteligencia se suele resguardar en la retaguardia, y los individuos más fieros
y menos dotados intelectualmente, son enviados a fajarse en primera línea de
fuego. En nuestra historia tenemos
grandes ejemplos y grandes excepciones, como la de "El Gran Capitán", que
confirman que con una buena dirección estratégica, un grupo de Celticios es
capaz de cualquier cosa. Y
curiosamente, a pesar de sus denuedos. comunes a una valerosa minoría de
compatriotas excepcionales, la historia de Celticia como a tantos otros, le ha
pagado con el legado del escándalo financiero de la administración de sus huestes
(ya en esa época se cocían habas…).
Nuestra situación presente viene
precisamente determinada por esa circunstancia: La inexistencia de una mente privilegiada por la
inteligencia, que sea capaz de encauzar el valor de una tribu para que prospere
el bien común, aparejada al cese de hostilidades con nuestro entorno. Y es que no hay nada más peligroso que
un soldado ocioso.
Alerta ciudadanos del mundo, a
día de hoy estamos inactivos, sin dirección, y preparados para todo; para lo mejor, y para lo peor. Y es que nuestro sino es, al parecer, no parar de
conquistar, hasta que nos conquistemos a nosotros mismos.
ALAZOR
26-1-2014
NOTA DEL AUTOR: Disculpe el
lector estas breves y humildes transgresiones mentales, fruto inevitable
de una saturación informativa de nuestra actualidad territorial, y de una
divertida re-lectura del incunable “Celtiberia Show” de D. Luis Carandell.
Una terapia más sana que darse a
la bebida, en los tiempos que corren, y que siempre han corrido…
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