SIND-ACATOS S.A.
Desprende cierto hedor, que ser Presidente de una agrupación
sindical de éste País sea algo tan envidiable como presidir un Banco. Los sindicatos, son una rémora
necesaria para el equilibrio social de cualquier País. Es evidente, que analizando la
estructura de convivencia del orden laboral, el contrapeso a la reacción de
cualquier fuerza se hace imprescindible, para aspirar a un equilibrio que de
otra manera, y asumiendo la perversidad de la condición humana, se antoja
imposible. A mí me parece por
tanto indiscutible la necesidad de contrarrestar, en cualquier ámbito humano,
los instintos de sometimiento a nuestros semejantes, inherentes desgraciadamente
a nuestra naturaleza animal. En el
campo laboral, parece también evidente, que el asalariado es el eslabón más
frágil de la partida, y la labor de estas estructuras goza por tanto en su
génesis, de un componente altruista, beatífico y solidario, que siempre
despierta las simpatías de una mayoría que sufre las bondades derivadas de ese
castigo bíblico, denominado “trabajo”. Dentro de una lógica razonal, lo sensato sería
por tanto, que estas instituciones estuviesen dirigidas por personas con la
calidad moral y honradez suficiente, para representar los intereses de las
clases más sufridas. En nuestro
País, la deriva democraticida, al igual que ocurre con los grandes partidos
políticos convertidos en empresas privadas con financiación pública, también ha
afectado a unas organizaciones sindicales que no han escapado a los hipnóticos
cantos de la corrupción y el dinero.
Es detestable comprobar, que tras años de justificadas
reclamaciones sociales, las cúpulas de estos organismos han acabado actuando de
manera semejante a los que siempre han detestado en su ideario intimo. La falta de democracia interna, la
imposibilidad de relevos generacionales por un apego indecente a sus puestos,
la malversación y apropiación indebida de subvenciones de dinero público,
olvidando que la procedencia de ese dinero no es otra, en su mayor parte, que
la que sale del bolsillo de los trabajadores, subsistencia de puestos "liberados", y sobre todo la imposibilidad de
una catarsis convincente con aplicación de castigos ejemplares por mala
prácticas, han conseguido definitivamente, que salvo para sus escasos afiliados
o beneficiarios, representen un eslabón más en la cadena de inmoralidad
reinante.
Pedir a sus mandatarios una reflexión al respecto, sería
como esperar que el lobo no se coma las ovejas. Sigo manteniendo, que en la Historia de la Humanidad,
prácticamente nunca se ha dado el caso, de que los que provocan los desastres
sean los mismos que los restañen.
Esta máxima me hace, lamentablemente y salvo inesperadas sorpresas,
albergar pocas esperanzas para encontrar a alguien que pueda estar legitimado
por la esencia de su labor, a prender la mecha de la regeneración y la
credibilidad, que como la propia acción sindical del siglo XXI, debería
mantenerse alejada de cualquier decimonónica ideología sectaria, para
concentrarse en los retos productivos del nuevo siglo, incidiendo sobre todo en
una política integral de formación de nuestros conciudadanos.
Claro, olvidaba que para esto, el presupuesto siempre es tan
escaso como las luces de sus despiadados ejecutivos, disfrazados con chaquetas
de pana para la ocasión, y que cuando hay fondos, supuestamente se los apropian.
Y los que
mandan pensaran…, ¿Quién mejor y con más derechos que un proletario para
disfrutar del dinero sustraído a los proletarios?.
ALAZOR
1-2-2014
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