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domingo, 2 de febrero de 2014

ABLANDAJES Y TEÑIDOS DE IMPOSTURA


ABLANDAJES Y TEÑIDOS DE IMPOSTURA

Hace tan solo unos minutos, he podido disfrutar a través de mi pastilla (antes caja)  tonta del patético espectáculo escenificado por el máximo mandatario político de nuestro País, en amistosa charla con un grupo de jóvenes acólitos, remedo de aquel “dejad que los niñis se acerquen a mí”. En general, cada vez que observo un montaje semejante, ya sea con atrezo de “Cuentame como pasó”, de “Los Santos inocentes”, o de cualquier peli de Almodovar, según el tinte de su sectaria impostura, concluyo que la ineptitud de los asesores de los políticos, es directamente proporcional a la falta de dignidad de los que les pagan por sus servicios.  Es notorio, que todos los políticos sufren una transformación en su imagen, a lo largo de sus insoportablemente largas carreras, fruto de las recomendaciones de sus sagaces consejeros estéticos.  Mágicos aumentos de su densidad capilar, peelings y depilaciones, cejas incluidas, y lo más esperpéntico y evidente, cambios artificiales de color en sus apéndices capilares.  Y es que la imagen, es mucho más importante que la esencia.  Esta mañana, nuestro Presidente, lucía un color caoba cobrizo, que al margen de aportar una imagen antinatural y extemporal, le proporcionaba una personalidad más afín a la imagen de un ambiguo personaje de cabaret de ciudad de provincias, que a la de un senador romano.  Es de suponer, que tantos denuedos por intentar aparentar una juventud perdida hace muchos años, han de obtener algunos réditos electorales, de otra forma la burla se quedaría en broma pesada de algún asesor cabrón, nostálgico de las fallas valencianas.   Sabemos que hoy en día, y gracias en gran parte a la tecnología actual, la impostura vende y se ha acurrucado en nuestro subconsciente ganando espacio al consustancial orden transformativo de la naturaleza.  Solemos pensar que la propia naturaleza sufre una transformación permanente, y caemos en un error común.  La naturaleza no se transforma, simplemente se amolda, fruto de un sinfín de circunstancias convergentes.  El matiz es importante y necesario para comprender que las alteraciones, en este caso de nuestro aspecto, se acercan mucho más al orden natural, siempre  y cuando  no consistan en transformaciones artificiales.   El uso  de la cirugía estética, no incluyo la plástica reparadora, es un claro ejemplo de un recurso, que bajo mi punto de vista, únicamente debería ser aplicado tras un pertinente examen psicológico de la victima, que casi siempre esconde patologías relativas a la autoestima, al conocimiento de uno mismo, y a la propensión al auto-engaño.  Nuestro Presidente, como todos los actores políticos, pretende mentirnos sin el menor rubor, salvo por el de los coloretes artificiales de su maquillaje, haciéndonos creer que en lugar de encontrarnos ante un maduro individuo abrumado por el peso de sus responsabilidades y en este caso brillante opositor, en realidad nos fajamos con un joven repetidor de colegio mayor.   Y todo este disparate, para sembrar la confianza en atribulados ciudadanos con húmedos sueños de corporación dermo-estética.    En definitiva, un engaño pueril y efectivo, que nos aparta de la esencia de la naturalidad.  En nuestro País, como en la mayoría de occidente, el recurso al parecer funciona, y prueba de ello es la facilidad para interpretar que los asuntos privados de los políticos son eso, simplemente comportamientos propios, que no afectan a su comportamiento público, en una sorprendente acrobacia explicativa de la patología de la bi-polaridad.  Aún tenemos fresco en nuestra memoria RAM el caso del enanito del Eliseo, engañando a sus seres queridos bajo un casco de kevlar.  Lo sorprendente, es que una gran mayoría, compuesta casualmente por los que tiznan patéticamente sus pedúnculos capilares, sigue queriendo creer la inverosímil ocurrencia de que un personaje público, capaz de engañar y mentir a su intimo círculo familiar, va sin embargo a ser sincero y honrado en su comportamiento profesional.  Como falso consuelo, y vista la tendencia, ya no se volverá a escuchar aquello de "echar una canita al aire"...
Y es que no hay peor mentira, que la de mentirse a uno mismo.  

ALAZOR
2-2-2014

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