ABLANDAJES Y TEÑIDOS DE IMPOSTURA
Hace tan solo unos minutos, he
podido disfrutar a través de mi pastilla (antes caja) tonta del patético espectáculo escenificado por el máximo
mandatario político de nuestro País, en amistosa charla con un grupo de jóvenes
acólitos, remedo de aquel “dejad que los niñis se acerquen a mí”. En general,
cada vez que observo un montaje semejante, ya sea con atrezo de “Cuentame como
pasó”, de “Los Santos inocentes”, o de cualquier peli de Almodovar, según el tinte de su sectaria impostura, concluyo
que la ineptitud de los asesores de los políticos, es directamente proporcional
a la falta de dignidad de los que les pagan por sus servicios. Es notorio, que todos los políticos
sufren una transformación en su imagen, a lo largo de sus insoportablemente
largas carreras, fruto de las recomendaciones de sus sagaces consejeros
estéticos. Mágicos aumentos de su
densidad capilar, peelings y depilaciones, cejas incluidas, y lo más
esperpéntico y evidente, cambios artificiales de color en sus apéndices
capilares. Y es que la imagen, es
mucho más importante que la esencia. Esta mañana, nuestro Presidente, lucía un color caoba
cobrizo, que al margen de aportar una imagen antinatural y extemporal, le
proporcionaba una personalidad más afín a la imagen de un ambiguo personaje de
cabaret de ciudad de provincias, que a la de un senador romano. Es de suponer, que tantos denuedos por
intentar aparentar una juventud perdida hace muchos años, han de obtener
algunos réditos electorales, de otra forma la burla se quedaría en broma pesada
de algún asesor cabrón, nostálgico de las fallas valencianas. Sabemos que hoy en día, y gracias en gran parte a la
tecnología actual, la impostura vende y se ha acurrucado en nuestro
subconsciente ganando espacio al consustancial orden transformativo de la naturaleza. Solemos pensar que la propia naturaleza
sufre una transformación permanente, y caemos en un error común. La naturaleza no se transforma,
simplemente se amolda, fruto de un sinfín de circunstancias convergentes. El matiz es importante y necesario para
comprender que las alteraciones, en este caso de nuestro aspecto, se acercan
mucho más al orden natural, siempre
y cuando no consistan en
transformaciones artificiales. El uso de la cirugía estética, no incluyo la plástica reparadora, es
un claro ejemplo de un recurso, que bajo mi punto de vista, únicamente debería
ser aplicado tras un pertinente examen psicológico de la victima, que casi
siempre esconde patologías relativas a la autoestima, al conocimiento de uno
mismo, y a la propensión al auto-engaño.
Nuestro Presidente, como todos los actores políticos, pretende mentirnos
sin el menor rubor, salvo por el de los coloretes artificiales de su maquillaje,
haciéndonos creer que en lugar de encontrarnos ante un maduro individuo
abrumado por el peso de sus responsabilidades y en este caso brillante
opositor, en realidad nos fajamos con un joven repetidor de colegio mayor. Y todo este disparate, para
sembrar la confianza en atribulados ciudadanos con húmedos sueños de
corporación dermo-estética. En definitiva, un engaño pueril y efectivo, que nos aparta de
la esencia de la naturalidad. En
nuestro País, como en la mayoría de occidente, el recurso al parecer funciona,
y prueba de ello es la facilidad para interpretar que los asuntos privados de los
políticos son eso, simplemente comportamientos propios, que no afectan a su
comportamiento público, en una sorprendente acrobacia explicativa de la
patología de la bi-polaridad. Aún
tenemos fresco en nuestra memoria RAM el caso del enanito del Eliseo, engañando
a sus seres queridos bajo un casco de kevlar. Lo sorprendente, es que una gran mayoría, compuesta
casualmente por los que tiznan patéticamente sus pedúnculos capilares, sigue
queriendo creer la inverosímil ocurrencia de que un personaje público, capaz de
engañar y mentir a su intimo círculo familiar, va sin embargo a ser sincero y
honrado en su comportamiento profesional. Como falso consuelo, y vista la tendencia, ya no se volverá a escuchar aquello de "echar una canita al aire"...
Y es que no hay peor mentira, que
la de mentirse a uno mismo.
ALAZOR
2-2-2014
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